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APOGEO DEL IMPERIO

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El siguiente momento histórico que afectó de forma directa al devenir de Alberguería, lo encontramos en el desencadenamiento de la escisión de Portugal del reino de España sobre la frágil monarquía de Felipe IV.

Portugal aprovechó con picardía en el año 1640, la buena coyuntura recesionista que le ofrecía una Cataluña en armas contra la monarquía española. Las guerras y los impuestos no favorecían los intereses comerciales de los portugueses que, por otro lado, estaban escasamente identificados con la Corona. La efímera sublevación de Évora (1637) señaló el comienzo de un generalizado malestar que se fue incrementando al compás de la política del conde-duque de Olivares. Cuando éste exige a los portugueses que se trasladen a Cataluña para apoyar los intereses reales, enciende la mecha de la escisión.

La monarquía española carecía de contingentes defensivos en Portugal y las acciones se contaron por éxitos para la causa rebelde a partir del 1 de diciembre de 1640, fecha en que la nobleza portuguesa expulsó del país a la regente Margarita de Saboya y proclamó rey al duque de Bragança Dom Joao IV de Portugal dando lugar a  la Guerra de Secesión con Portugal. La marcha de la guerra, muy lánguida hasta entonces en nuestra frontera, fue repentinamente avivada por Alvaro de Abrantes, gobernador de la Beira (Portugal) quién, en el año 1643, "atacó la Alberguería, plaza fortificada a la sazón, de la cual se apoderó entregándola a las llamas, pero no pudo rendir el castillo que la protegía, retirándose a Alfayate no sin talar la campiña y llevarse los ganados".

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Plano del Negociado de Guerra Sig Nº. 1469, incluso en carta de Dn. Hurban de Ahumada, de 13 de Diciembre de 1643

En la primavera de 1652 entraron nuevamente los portugueses por el campo de Agadones, saqueando e incendiando Cespedosa, El Sahugo y Martiago. El 12 de marzo de 1660 invaden el campo de Argañán con 6000 infantes y ochocientos hombres a caballo, siendo tomado el castillo de Alberguería.

En el verano de 1661 los corregidores de Salamanca, Zamora y la propia Ciudad Rodrigo, se declararon en rebeldía rechazando las órdenes del rey de colaborar con el ejército para el reclutamiento forzoso de soldados, campesinos la mayoría de ellos, dando lugar a que la población recurriese, una vez más, al método de la huida y a la consiguiente despoblación de no pocos lugares de la prolongada raya con Portugal.

Nombrado en 1661 general de esta frontera el duque de Osuna, reunió sus tropas en Ciudad Rodrigo, desde donde partió el día 23 de julio  para sitiar e intentar recuperar el castillo de Alberguería que permanecía aún en manos de los portugueses. Sitiado el castillo, su gobernador Antonio de Andrade no lo supo defender más de seis horas.

El 3 de agosto de 1661 el Rey envía un despacho real al Duque de Osuna pidiéndole que fortifique Valdelamula y que restaure el castillo de Alberguería (A.G.S. Leg. 2055).

Hubo de perderse de nuevo el castillo de Alberguería después de ésta última recuperación, pues existe constancia escrita de que los ejércitos de la Monarquía tomaron, en el decisivo año de 1664, Valdelamula; recuperaron Alberguería de Argañán y conquistaron Escalona, fracasando en la toma del fuerte de Almeida.

Durante el mes de febrero del año 1665, un violento temporal de lluvias arruinó buena parte de las fortalezas de la raya de Castilla y Extremadura, causando muy graves destrozos en las plazas de Ciudad Rodrigo, Saelices, La Hinojosa, Alberguería, Fuenteguinaldo, Puebla de Sanabria, Badajoz y las de Olivenza y Jurameña ganadas a los portugueses.

Los últimos años del reinado de Felipe IV están presididos por una sensación de infinita impotencia motivada por los pésimos resultados de las campañas en Portugal. Eran la señal inequívoca del colapso de la potencia militar española. En 1665 muere el rey y en 1668 se firma la paz que pondría fin a la guerra con Portugal, sin haber conseguido su reintegro en el reino.

Con el fin de esta guerra, la necesidad de reposo era tan vital para Castilla como para el individuo que ha efectuado un esfuerzo muy superior a sus fuerzas. No había hombres ni dinero; la mayor parte de los campesinos castellanos no poseía la tierra que trabajaba, viniendo a ser normalmente "propiedades" de los grandes señores laicos y eclesiásticos, sometidos a su jurisdicción y obligados a cubrir sus servicios e impuestos, es decir, estrechamente regidos por controles señoriales que se extendieron muy ampliamente hasta finales del siglo XVI y principios del XVII. No obstante, los reyes comenzaron a enajenar el poder de tales jurisdicciones cada vez en mayor medida.

Las llamadas tierras realengas o de realengo eran demasiado extensas para poder ser eficazmente controladas, por lo que los monarcas permitieron que fuesen utilizadas por el pueblo, es decir, se convirtieron en tierras comunales, a las que se conoció con el nombre de tierras baldías o simplemente baldíos.

En tiempos del monarca Fernando VI, que reinó entre 1746  y 1759, se realizó en  las tierras que formaban la Corona de Castilla una gran averiguación de todas las personas que las habitaban, de las tierras y casas que poseían, de sus rentas y oficios, de sus ganados, e incluso de los préstamos sujetos a hipoteca que habían contraído, que entonces llamaban censos. Esta averiguación –que fue ordenada por el rey a propuesta de su ministro el Marqués de la Ensenada– recibe hoy el nombre de CATASTRO DE ENSENADA, pues la palabra catastro significa precisamente averiguación o pesquisa.

En el tomo bajo la signatura CME 69 (Catastro Marqués Ensenada 69) existente en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca se recoge el interrogatorio a los alcaldes, regidores y Procurador del Común del Lugar, formulado por el Juez Subdelegado del Intendente Provincial de Salamanca en el lugar de La Alberguería, el 23 de enero de 1752, con motivo del mencionado catastro, en el que declararon ser Alberguería, aldea de Ciudad Rodrigo, situada en el Campillo de Argañán y pertenecer por entero al Real Patrimonio de S.M.

Según tal declaración, "sobre sus habitadores se halla cargado un censo perpetuo, con nombre de foro, y porRazon de Umo, o lumbre a favor de Dn Vicente Moctezuma, Torres y Carvajal, Conde de Alba de Yeltes, Marqués de Cerralbo, Almarza y Flores Dávila" Consistía el tributo en una fanega anual de centeno por habitación o vivienda, extensible al total del número de casas tanto habitables como arruinadas. El abono de la carga, asumido con el tiempo por el Concejo, quedó convertido en "débito perpetuo" a favor del Sr. Marqués de Cerralbo, vecino de Salamanca, y por entonces residente en la Villa y Corte de Madrid.

Continúa la declaración diciendo: Dicho foro, acordó el Municipio, con el fin de unificar el pago, cargarlo sobre el todo del terrazgo labrantío, compuesto por tres hojas de labor propias del Común, pagando el vecino a quién le corresponda por suerte entera, entregar seis fanegas de centeno, y tres al que le corresponda media. Haciendo principio cierto por un quinquenio, conforme a las hojas y suertes, el foro reditúa en cada un año al Marqués, 133 fanegas de centeno sobre una hoja.

Las tres (3) hojas de labor a las que se hace referencia en el párrafo anterior son las siguientes:

LUGARES

FANEGAS

 

Hoja de Robledo120140140
Hoja de Canchales150260190
Hoja de la Mangada del Cepo180200120

Esta situación perduró, hasta que el 6 de agosto de 1811 las Cortes aprobaron y la Regencia promulgó el decreto de abolición de los señoríos, privando con ello a los señores de funciones públicas y de los impuestos inherentes a la jurisdicción y vasallaje.

ALBERGUERÍA Y LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA